viernes, 24 de diciembre de 2010

Vamo' pa ' frenchi!!!

 Se viene un añito de verano incandescente, acá. De ofri,  fulería y malaria en el norte. De inseguridad en todas partes y de mucha, mucha locura.
¡Que lo disfruten, compañeros!

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3 comentarios:

  1. Ese Manuel, el otro. O uno de los tantos otros Manueles, de los cuales percibo, por ahí, ciertos destellos, y que a otros aspectos dde sus formas de conducirse creo tenerlos rejunados, pero tampóco tengo mayor certeza de ello.
    Digo que a ese Manuel, al que por primera vez en este curioso y fabuloso mundo global no le llegó el más mínimo comentario que justificaran o denostaran este trio de probables boludeces... desde estos, casualmente, tres últimos tragos, mandados al pecho en un viernes como tantos otros le digo, sensa grupo, que no estamos solos, que cada quien anda con su trajín a cuestas y que como dice mi ilustre amigo Raúl: "Se que soy dibujante y eso me hace feliz"
    Y vaya el cuarto Ballantines, pendejín de 4 años, por la buena gente y porque acabe la putada de Río de Janeiro...por nombrar una.
    Salud, hermanos.

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  2. La vieja del gringo, Bruna, cuando me veía tratando de resolver algún problema existencial, siempre me decía que uno nace, vive y muere por su cuenta. Me acuerdo que yo siempre me empeñé en no desentrañarle un aspecto mas rebuscado a la frase, de no encontrarle nada filosófico, de no analizarla desde un lugar mas complejo. Intenté grabármela descarnada como es, lacónica como es, simple y sensata tal cual es. Entonces llegué a la conclusión de que uno nunca está solo si está con uno mismo, aunque esto, como una paradoja, parezca simplemente insensato e insensatamente simple.
    Pero vos no estás solo ni en este soliloquio, Manu. Hasta yo te encontré.

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  3. Qué comedia esta!... y eso que nosotros nunca esperamos a nadie para que nos hiciera reír, mas bien nacimos sabiendo que había que reírse de todo, como cuando nos parábamos en el alerito del centro cultural Bernardino Rivadavia y una vez a buen recaudo de los chaparrones repentinos esperábamos ver como los que, tratando inútilmente de alcanzar algún refugio, derrapaban por las baldosas satinadas hasta estamparse provocando ridículos salpicones en aparatosas caídas de alto riesgo, forzando un papelón patético del cual pretendían salir inmunes levantándose inmediatamente como si nada hubiera ocurrido. O aquellos otros que como una especie de Jesucristo acelerado andaban enormes trechos en punta de pie sobre charcononones como mares de grandes esperando que esa elegante postura fuera a impedir que se les mojara desde la punta de los soquetes hasta lo mas profundo del orto, o aquellas familias completas, padre, madre, hijos, abuelos y el cochecito incluido que, tomados de la mano, intentaban salir indemnes corriendo al trote denodadamente de un extremo al otro de la plaza Montenegro bajo el diluvio aunque todos y cada uno de sus miembros ya estuvieran completamente hechos sopa. Si nos habremos cagado de risa con aquella teoría de que no había que correr porque era pior, porque la velocidad incrementaba la fuerza del impacto del agua y el cuerpo colisionaba con una mayor cantidad de gotitas por centímetro cuadrado, lo que hacía no solo completamente inútil sino hasta descabellado cualquier esfuerzo. Nunca me voy a olvidar, los dos con las manos en los bolsillos recostados contra la pared, contorsionados por las carcajadas, los ojos llenos de lágrimas de la risa (de las paradójicas lágrimas de la risa que expresan algo así como aprovechate ahora que ya van a venir chungas). Que bárbaro, eran verdaderas sesiones curativas paseudopsicólogicas a plena luz del día y a corazón abierto... ¿medicinas?... ¿psicólogos?... ¿psiquiatras?... jeje... que hijos de puta que éramos, Manu... me cago en dios!.

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